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ATENCO SOMOS TODOS

Guerra sucia en Latinoamérica

2 DE OCTUBRE DE 1968: LA MATANZA DE LA PLAZA DE TLATELOLCO

 

Imágenes de un fotógrafo del Gobierno mexicano.

Sanjuana Martínez

Madrid.- Fueron tomadas por la noche. El flash ilumina el primer plano, deja sombras detrás de las figuras que destacan, mantiene el fondo en la penumbra. Son fotografías que fijan en un instante el caos de una fecha histórica para México: ¡2 de octubre no se olvida!.
En una aparecen dos agitados grupos de personas. El primero está integrado por individuos de elevada estatura, corpulentos, iguales, con un mismo corte de pelo de estilo militar, con la misma incomodidad dentro de la ropa de civil. Mismos zapatos negros, mismos guantes blancos en la mano izquierda; algunos, con una pistola en la derecha.
La secuencia se desarrolla en un amplio pasillo del edificio Chihuahua, a un lado de los elevadores. Al fondo, los detenidos se agolpan desordenadamente. Son acorralados sin contemplaciones contra la pared.
En medio de los hombres armados se encuentran algunos fotógrafos, aparentemente ajenos a la tensión del momento.
En otras fotos se observa a los detenidos en el suelo, mientras son encañonados. Los azulejos de las paredes devuelven el resplandor de los flashes que iluminan los ojos de estupor y miedo de los que están tirados. Entre ellos hay una mujer, en el suelo, como los demás.

Testimonios irrefutablesLos detenidos son conducidos a la planta baja por las escaleras, escoltados muy de cerca, uno a uno. Mojados, asustados, indefensos, algunos muy jóvenes, casi adolescentes.
Los hombres del guante blanco, en su mayoría, posan con naturalidad ante el fotógrafo. Algunos miran de reojo a la cámara, no pueden evitar la desconfianza. Hay cosas que no deberían ser fotografiadas.
Excepcionalmente, uno de los victimarios no es joven. Se encuentra en la madurez y es obeso. Por debajo de su guante blanco asoma un valioso reloj que subraya un nivel económico superior al de sus subordinados. En su mirada, bajo el sombrero pasado de moda, la expresión impasible e indiferente de quien ya ha conducido anteriormente a muchos otros grupos de detenidos. Ordena con la mirada.
También desciende la mujer detenida. Sus custodios le permiten ocultar su rostro al ojo inquisitivo del fotógrafo, mientras es conducida casi en volandas con una prenda de vestir que tapa su cabeza. La imagen inmortaliza al primer policía uniformado y permite ubicar el lugar de la tragedia. Hasta ese momento, la indumentaria y el rostro de los personajes, la arquitectura del lugar y la violencia exhibida por los hombres del guante blanco han reflejado una escena cualquiera de la represión que sacudió a toda América Latina en los años sesenta y setenta. Los hechos, sin embargo, no acontecen en Buenos Aires, Managua, Santiago, Montevideo o Sao Paulo. En el hombro del uniformado se puede leer: MEXICO.
El drama se acrecienta cuando por la escalera es bajado un cuerpo desvestido y tapado con plásticos y prendas de vestir en una camilla.
Finalmente, en la planta baja, los soldados se hacen cargo de la custodia de los detenidos. Son obligados a quedarse en calzoncillos. Son colocados así, semidesnudos, brazos en alto contra la pared, mientras los soldados contemplan impasibles la escena, y una mujer vestida de civil colabora activamente con los hombres del guante.

Luis Gonzalez de Alba y Florencio Lopez Osuna

Todos contra la pared. Solamente uno se atreve a volver la mirada inquisitivamente. Los demás son obligados a enfrentar el objetivo de la cámara en grupos de tres, ordenada y sistemáticamente, con precisión militar. Sus rostros son ya la más depurada expresión del terror y de la humillación.
De entre todos los jóvenes detenidos, unoes particularmente elegido. Es el más golpeado. Su ropa en jirones sirve para sujetarle los brazos a la espalda y apenas esconde el delgado cuerpo adolescente marcado por los golpes, semidesnudo. Su boca ensangrentada carece ya de expresión; en su mirada no queda ninguna esperanza. Sólo dolor. Los soldados se dejan retratar, algunos con siniestra indiferencia, otros con obscena satisfacción, mostrando incluso una sonrisa que deja ver un diente brillante.

 

 


A punta de pistola

 

 

 

 

 

 

 

 

El valor de las imágenes
No se necesita ser un experto para comprobar que esas fotografías muestran parte de lo sucedido en la noche del 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco.
Sin embargo, no son unas fotos más, pues comprueban plenamente la existencia del Batallón Olimpia, cuyos integrantes esa noche se identificaban por llevar un guante blanco en la mano izquierda.
El gobierno de Gustavo Díaz Ordaz siempre sostuvo que fueron estudiantes quienes empezaron el tiroteo, con francotiradores colocados estratégicamente en los edificios. Esa tesis fue mantenida por los posteriores gobiernos surgidos del PRI.

En manos de los soldados

Durante los últimos 33 años, esa versión oficial fue rebatida en multitud de ocasiones por muchos de los protagonistas y por estudiosos e investigadores. Se recogieron testimonios que hablaban de lo contrario: fueron agentes infiltrados, vestidos de civil, los que iniciaron el fuego indiscriminado.
Los testimonios de muchos estudiantes se referían a las personas que llevaban un guante blanco en la mano izquierda; también hay testimonios de periodistas extranjeros que denunciaron que fueron los hombres con guante blanco los que empezaron a disparar a los estudiantes y los que en medio de la confusión del tiroteo los secuestraron por unas horas en varios departamentos del edificio Chihuahua, donde les confiscaron los rollos fotográficos y las grabadoras.
Estas fotos ofrecen por primera vez la oportunidad de poder ver las caras de los victimarios y muestran en plena acción a los hombres del guante blanco, los integrantes del Batallón Olimpia. Se abre la posibilidad de que por fin sean identificados.
Las fotos también muestran la perfecta coordinación entre las Fuerzas Armadas y los grupos paramilitares, y ofrecen una prueba documental sobre las torturas y las vejaciones cometidas de manera reiterada por militares y policías vestidos de civil.
Demuestran que en los archivos oficiales existe toda la documentación necesaria para saber quién cometió la matanza de Tlatelolco.

En manos de los soldados

 

El misterioso remitente

Al domicilio de la corresponsal llegó un paquete entregado anónimamente. Dentro de una bolsa negra de plástico, de las que se utilizan para guardar papel fotográfico, había 35 fotos inéditas sobre lo ocurrido en el edificio Chihuahua la noche del 2 de octubre de 1968.

Después recibió una llamada telefónica: Son unas fotos que creo le van a interesar. Son fotos del 68. Fueron tomadas desde dentro por un fotógrafo del gobierno.
Intentó preguntar algo, obtener mayores precisiones, conocer a su interlocutor, saber si era el autor, el fotógrafo: Luego la llamo, fue su lacónica respuesta.

Hubo una segunda llamada.
—¿Qué le han parecido las fotos?
—Me parece un documento estremecedor. Es un material histórico, de gran importancia. ¿Quién es usted? ¿Qué quiere?
—Queremos que salga a la luz pública. Queremos que se haga justicia. Buscamos una dimensión internacional.
—¿Por qué?
—Porque aquí no se va a hacer justicia. Ya vio lo de Digna Ochoa. Las cloacas del sistema priista están intactas.
—¿No confía en el presidente Vicente Fox?
—No. Fox no hará nada. Ya transó con ellos.
—¿Quiénes son ellos?

—Los culpables: los militares, los paramilitares, los policías y los gobernantes que mataron e hicieron desaparecer a cientos de personas.
—¿Pero por qué me entrega las fotos ahora? ¿Desde cuándo las tiene? ¿Las hizo usted?
—Eso no importa. Ahora es el momento preciso. Es cuando hay que sacarlas... ¿Le interesa o no?
—Por supuesto que me interesa. Dígame, ¿cómo quiere tratar el asunto? ¿Cómo le hacemos?
Se ríe un instante. Luego afirma: Supongo que usted entiende que esto es peligroso.
—Quiero saber quién tomó las fotos.
—Las tomó un fotógrafo del gobierno. Yo no soy el autor.
—¿Quién es el autor?
—Pregúntele a Luis Echeverría.
—¿Por qué a él?

 

—Él lo sabe. Pregúntele por el fotógrafo y por todo lo demás. Sobre quiénes trabajaron la noche del 2 de octubre. Pregúntele quién estaba al mando, por encima del general Hernández Toledo y el general Marcelino García Barragán aquella noche. Él lo sabe todo.
—¿Quiere decir que Echeverría es uno de los responsables?
—Es obvio.
—Él ha declarado que esa noche no estuvo allí Jesús Castañeda Gutiérrez, responsable del Batallón Olimpia y a quien después nombró jefe del Estado Mayor Presidencial, que tampoco estuvo el mayor Francisco Quirós Hermosillo, encargado del Campo Militar Número 1. Sin embargo, en las fotos aparece gente vestida de civil con el guante blanco en la mano izquierda, con aspecto militar...
—Los del guante son paramilitares de Guardias Presidenciales. Un ejército dentro del Ejército. Son gente del Estado Mayor Presidencial. Fueron ellos los que abrieron el fuego contra los estudiantes.
—¿Usted es consciente de que estas fotos desmienten la versión oficial sobre la matanza de Tlatelolco?
—Sí... Llegó la hora de que lo sepan todos los mexicanos. Que lo sepan también en otras partes del mundo, por ejemplo, España.
—¿Por qué en España?
—Porque allí se han investigado otras dictaduras, como las de Chile y Argentina.
—¿Qué pretende conseguir?
—Que se investigue también la matanza de Tlatelolco. La guerra sucia del gobierno mexicano. La desaparición de más de 500 personas ¡Que se haga justicia! ¡Queremos justicia! Aquí es imposible. En México sigue la impunidad.
—¿Quién tomó las fotos?
—Eso no importa, son fotos de adentro. No son de periodistas.
—Insisto, ¿quién tomó las fotos?
—Un fotógrafo de Echeverría.

 

El Batallón Olimpia

En el libro de Julio Scherer García y Carlos Monsiváis Parte de guerra. Tlatelolco 1968, se publican documentos del general Marcelino García Barragán, secretario de la Defensa Nacional en 1968, según los cuales el centro de operaciones de las fuerzas de seguridad fue el edificio Chihuahua:
Reunidos en mi despacho, escuché todos los informes y pregunté al capitán Barrios, ¿podremos encontrar en el edificio Chihuahua algunos departamentos vacíos, donde meter una compañía?, Barrios me contestó, déjeme ver; tomó el teléfono y habló con el general Oropeza (jefe del Estado Mayor Presidencial), me pasó el audífono, y le dije a Oropeza que me consiguiera para antes de las dos de la tarde los departamentos que pudiera para meter una Compañía; en media hora tenía conseguidos tres departamentos vacíos a mi disposición, uno en el 3er. Piso y 2 en el 4¼. Piso. Serían las 11 de la mañana del 2 de octubre cuando recibí este informe; se necesitaba para completar mi plan que nada más yo lo sabía, pues el Estado Mayor me indicó que no encontraban la forma de aprehender a los cabecillas sin echar balazos.
García Barragán menciona que la noche del 2 de octubre estaban presentes elementos del Ejército Mexicano dirigidos por el general José Hernández Toledo, del Batallón de Fusileros Paracaidistas, elementos del Estado Mayor Presidencial y miembros del Batallón Olimpia.

En su libro La herencia, Jorge Castañeda le pregunta a Luis Echeverría:
—¿Cuando cae Hernández Toledo —herido el general, la sangre enrojece la plaza—, quién queda al mando de la tropa?
—No recuerdo, pero siempre hay un segundo.
—Se ha dicho que era Jesús Castañeda Gutiérrez.
—No, él estaba en el Batallón Olimpia.
—¿Estuvo en Tlatelolco?
—No sé.
—¿Usted no recuerda si estuvo en Tlatelolco?
—No...
García Barragán cuenta en los documentos publicados por Scherer García:
A los primeros disparos, el Batallón Olimpia se replegó en las entradas del edificio Chihuahua y aprehendió como a 400 individuos, entre los que se encontraron todos los cabecillas del movimiento, descabezándolo con este hecho, que fue el éxito completo de mi plan, aprehender a los cabecillas del movimiento, los que concentramos en la Prisión Militar del Campo No. 1, hoy Álvaro Obregón, para interrogarlos yo e investigadores especiales, para tener información antes de consignarlos al procurador general de Justicia; éste me los pidió para mandarlos a la penitenciaría, pero a mí me interesaba conocer primero que nadie declaraciones de los detenidos, para no tener información deformada o tendenciosa. Hablé con Sócrates y otros cabecillas, y terminada el acta de declaraciones los consignamos, antes había informado detalladamente al Sr. Presidente. Carlos Monsiváis narra importantes detalles del mitin en la Plaza de las Tres Culturas:
El acto transcurre un tanto somnoliento aunque emotivo. Parte de la prensa, los oradores y la dirigencia del CNH están en el lugar que sustituye al templete, el tercer piso del edificio Chihuahua. Se reclama el diálogo, menospreciado por el gobierno que nada más admite la rendición. Se nota un ir y venir de personas ‘no identificadas’ o identificadas como sospechosos, con un pañuelo o un guante blanco en la mano izquierda. Se concentran en escaleras, pasillos y entradas del Chihuahua. A las seis y diez de la tarde, se disparan desde un helicóptero dos luces verdes de bengala. Casi de inmediato, sin otro aviso que el ruiderío de las botas, sin prevenir o intentar un diálogo, entran miles de soldados...

No hay testimonios de ‘los francotiradores de la población civil’, salvo cinco o seis aventureros que nada significaron con sus pistolillas. Lo otro, lo de la provocación oficial, es avasallador. El fuego es incontenible, con la intervención de ametralladoras y armas de alto poder. Se cierra la Plaza, el Batallón Olimpia detiene a quienes están en el Chihuahua. La gente se tira al suelo, los que pueden huyen, los periodistas se identifican para salvarse; a un fotógrafo, un soldado le traspasa la mano con una bayoneta. Se llama a gritos a los amigos y los familiares, el llanto se generaliza, la histeria y la agonía se confunden.
Mueren niños, mujeres, jóvenes, ancianos. El grito coral que exhibe la provocación se multiplica: ‘¡Batallón Olimpia; no disparen!’ Los policías y los soldados destruyen puertas y muebles de los departamentos mientras detienen a los jóvenes; a los detenidos en el tercer piso se les desnuda, maniata y golpea; a 2 mil personas se les traslada de la Plaza de las Tres Culturas a las cárceles. Queda claro: la provocación no es ajena al plan de aplastamiento, está en su centro.
Varios periodistas extranjeros, entrevistados en 1998 por la corresponsal en París Anne Marie Mergier, para una edición especial de Proceso, narraron cómo vivieron la presencia de esos hombres con guante blanco.
John Rodda, enviado especial de The Guardian, relató: No entendía quiénes eran esos individuos. No se me ocurrió que podían ser policías o militares o agentes secretos....
El periodista británico estaba en el edificio Chihuahua cuando empezó el tiroteo: Estaba tirado en el piso y enfrente de mí, también en el piso, estaba un tipo con la mano izquierda enguantada y una pistola en la mano derecha. Su cabeza tocaba la mía y me daba golpecitos con su arma. Me dio a entender que debía bajar. Era totalmente surrealista.
Añade: Los tipos con guantes blancos entraban y salían. De vez en cuando se llevaban a un mexicano. Había una gritería espantosa en las escaleras. Fue realmente en ese momento cuando entendí que se trataba de policías.
Charles Courrière, fotógrafo de Paris Match, también estaba en el edificio Chihuahua, donde decidió tirarse al suelo para protegerse. No se decidía a levantarse por temor: Y cuando lo hice me quedé estupefacto: Todos los tipos que estaban como yo, tirados en el suelo, tenían un guante blanco en la mano izquierda y una pistola en la derecha. Como hablo español, le dije al que estaba a mi lado: ‘Soy periodista, soy francés’. Me miró y me preguntó: ‘¿No tiene un pañuelo blanco?’ Por supuesto, no tenía. Entonces sacó uno de su bolsillo y me dijo: ‘Póngaselo alrededor de la mano izquierda. Ésa es una señal’ ¿Una señal de qué? —le pregunté—. No me habló más. Me puse el pañuelo y bruscamente comprendí lo que sucedía. Estaba metido entre puros policías. Estaba tirado en una alfombra de policías. Pensé enseguida en las fotos que había estado tomando. Supe que si salía vivo de ese mierdero iba a tener problemas con ellos.
A Courrière se lo llevaron dos hombres con guante blanco a un departamento y en el baño le ordenaron que se desnudara. Le confiscaron todos los rollos.
Fernando Choisel, de la radioemisora Europa Uno, cuenta que en medio del ruido de las ametralladoras algo le llamó la atención: ¿Y qué fue lo que vi en medio de todo esto? Pues a unos tipos vestidos como estudiantes, pero no lo suficientemente jóvenes para ser estudiantes, que se ponen un guante blanco en la mano izquierda y sacan pistolas... Creí que estaba alucinando. Pero me descontrolé aún más cuando los vi disparar hacia abajo, sobre la gente. No entendía si se trataba de un grupo de autodefensa estudiantil que disparaba contra los policías, o policías vestidos de civil que disparaban contra los estudiantes. Cerca de mí se encontraba un periodista mexicano. Le pregunté si esos tipos eran estudiantes. Me dijo que no, que eran policías. Entonces pensé: ‘¡En la madre! La policía tiene al movimiento totalmente infiltrado ¡Va a ser horrible!’.
Al igual que a los otros periodistas, los hombres del guante blanco se lo llevaron a un departamento para liberarlo a las pocas horas.
Guy Lagorce, enviado de L’Equipe: En su rueda de prensa, los estudiantes confirmaron lo que me habían dicho los habitantes de los edificios y mis colegas franceses que habían quedado atrapados en el edificio Chihuahua. Fueron policías vestidos de civil los que dispararon sobre la multitud desde las ventanas, no los estudiantes. Los manifestantes fueron entrampados.

La deuda pendiente
La corresponsal buscó al expresidente Luis Echeverría desde el lunes 3 de diciembre. Emma Hernández le dijo que se encontraba de viaje. Al comentarle que le iba a enviar una foto de un paquete que Proceso publicaría esta semana, me contestó: Usted mándela, nosotros se la hacemos llegar.
La foto fue enviada el mismo día a su domicilio particular, ubicado en Santiago 216, San Jerónimo Lídice, delegación Magdalena Contreras. La recibieron a las 18:30 de la tarde.
Emma Hernández había dicho que Echeverría volvería el 6 o el 7 de diciembre, pero luego simplemente señaló: No estará aquí hasta la próxima semana.
Como secretario de Gobernación, Echeverría tuvo necesariamente que estar plenamente informado del plan utilizado para reprimir a los estudiantes: Responsable por omisión o por comisión de los sucesos del 2 de octubre de 1968, dice Julio Scherer García en su libro.
El líder estudiantil Raúl Álvarez Garín, autor de La estela de Tlatelolco. Una reconstrucción histórica del movimiento estudiantil del 68, escribe:
A estas alturas, la colección de señalamientos de carácter político incriminatorio de unos con respecto a otros, y después de tantos años, ya acumula un buen legajo y es bastante significativa: Echeverría responsabiliza a Díaz Ordaz de los sucesos de Tlatelolco; Norberto Aguirre. Palancares, Corona del Rosal, Rodolfo González Guevara y otros, responsabilizan a Echeverría; Alfonso Martínez Domínguez afirma que el 10 de junio lo planeó y ejecutó Echeverría, pero existen decenas de declaraciones que lo incriminan a él directamente.
A las víctimas del 2 de octubre se les debe una reparación y a los responsables un castigo.
La deuda está pendiente.
Sanjuana Martínez, corresponsal de la revista Proceso

 




 

 

 

 

 

 

 


CIUDADANOS: ¿QUÉ EXCUSA DARÉIS CUANDO OS PREGUNTEN SOBRE LOS CRÍMENES CONTRA EL PUEBLO Y LA GUERRA SUCIA ACTUAL?

CIUDADANOS: ¿QUÉ EXCUSA DARÉIS CUANDO OS PREGUNTEN SOBRE LOS CRÍMENES CONTRA EL PUEBLO Y  LA GUERRA SUCIA ACTUAL?


El presidente Fox aseguró a la BBC que el caso de la Guerra Sucia del pasado está cerrado y que no habrá más investigaciones porque la Suprema Corte de Justicia ya liberó a los acusados de toda responsabilidad.
El informe de la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (FEMOSPP), creada por el gobierno mexicano, detalla el trabajo de represión que hicieron las fuerzas armadas, mediante detenciones arbitrarias y desapariciones forzadas, los crímenes las torturas y los tratos crueles, los atentados contra la dignidad personal, las violaciones, los homicidios, las tomas de rehenes, los pillajes, los campos de concentración, y en ese informe se plantea nítidamente el principio de legitimidad que reconoce el derecho a la rebelión como último recurso de lucha frente a la tiranía.
En sus pesquisas, concluyen: se demuestra que los movimientos sociales y políticos que aquí se analizan buscaron modificar condiciones propias de un sistema político cerrado y que agotaron los recursos internos por la vía pacífica. El Estado los criminalizó -declara la investigación- los persiguió, los convirtió en víctimas y escaló la violencia, aunque los participantes en estos movimientos lucharon por el ideal de una sociedad más justa.
Exactamente es lo mismo que está ocurriendo hoy en México, con el silencio cómplice de la prensa pesebrera, vendida, y el beneplácito de los dirigentes internacionales, que observan los métodos expeditivos con los que se trata de cercenar las reivindicaciones sociales justas. No hay nada como declarar subversivo, delincuente, marginal a quien reivindica sus derechos. Y la mayoría cree, a pies juntillas, el discurso descalificador que en la intimidad de su hogar llega a través de los "informativos".
Pues bien, en Oaxaca, desde hace meses, hay guerra sucia: secuestros, desapariciones, golpizas, asesinatos, y en el Aeropuerto del DF existe un protocolo de entrega de pasajeros con señales de tortura, sin identificar, venidos desde Oaxaca, y desde otros puntos de México, de los que se hace cargo el Ejercito soslayando los trámites de identificación exigibles a los pasajeros.
Estamos en plena "guerra sucia".
No hablamos de algo que ocurrió, sino de lo que sigue ocurriendo para vergüenza de los mexicanos, que sólo demuestran su bravura y su hombría por naderías, contra sus mujeres, en las discusiones de futbol, de política, sin merecer la patria ni el honor de ser considerados seres humanos. Sigue ocurriendo para vergüenza de esas mujeres estériles, aunque hayan alumbrado hijos, que se apasionan por fatuidades, sin ser capaces de la empatía y de sensibilidad social, y que no merecen pertenecer a la raza humana.
Y mientras, están masacrando a los mejores, a los que luchan por conquistas sociales de las que se beneficiarán todos, incluidos los que no arriesgan la prisión, el secuestro, la tortura y el tiro en la nuca.
En la imagen, un cartel reclamando por la suerte de dos criaturas secuestradas y "desaparecidas" porque tuvieron la mala suerte de nacer y vivir en un país en el que la mayoría se encoge de hombros, y consiente con su pasividad y su silencio cómplice que se masacre a quienes sólo reivindican los que en justicia nos corresponde.
¿Qué excusa daréis a vuestros hijos cuando os pregunten qué hacíais mientras a vuestro alrededor se instauraba el secuestro, la tortura, el internamiento en campos de exterminio, las acusaciones falsas para encarcelar indiscriminadamente, y la eliminación de los que no son unos malditos cobardes? ¿Diréis que no lo sabíais, como los ciudadanos de la Alemania nazi?
Hablamos de terrorismo de Estado . Y del derecho inalienable y del deber que tienen los ciudadanos a luchar contra la tiranía.
Y la opinión pública internacional, mientras se experimenta hoy, en México, la purga que les van a hacer tragar mañana, en la inopia.

 

ARGENTINA: INFORME DE LA COMISIÓN NACIONAL SOBRE LA DESAPARICIÓN DE PERSONAS

ARGENTINA: INFORME DE LA COMISIÓN NACIONAL SOBRE LA DESAPARICIÓN DE PERSONAS

“Primero mataremos a todos los subversivos, luego a sus colaboradores, después a los simpatizantes, luego a los indiferentes; y por último a los tímidos” General Ibérico Saint Jean, Gobernador de la Provincia de Buenos Aires. 1977

INFORME DE LA COMISIÓN NACIONAL SOBRE LA DESAPARICIÓN DE PERSONAS

INDICE

PRÓLOGO
Durante la década del 70 la Argentina fue convulsionada por un terror que provenía tanto desde la extrema derecha como de la extrema izquierda, fenómeno que ha ocurrido en muchos otros países. Así aconteció en Italia, que durante largos años debió sufrir la despiadada acción de las formaciones fascistas, de las Brigadas Rojas y de grupos similares. Pero esa nación no abandonó en ningún momento los principios del derecho para combatirlo, y lo hizo con absoluta eficacia, mediante los tribunales ordinarios, ofreciendo a los acusados todas las garantías de la defensa en juicio; y en ocasión del secuestro de Aldo Moro, cuando un miembro de los servicios de seguridad le propuso al General Della Chiesa torturar a un detenido que parecía saber mucho, le respondió con palabras memorables: «Italia puede permitirse perder a Aldo Moro. No, en cambio, implantar la tortura » .
No fue de esta manera en nuestro país: a los delitos de los terroristas, las Fuerzas Armadas respondieron con un terrorismo infinitamente peor que el combatido, porque desde el 24 de marzo de 1976 contaron con el poderío y la impunidad del Estado absoluto, secuestrando, torturando y asesinando a miles de seres humanos.
Nuestra Comisión no fue instituída para juzgar, pues para eso estan los jueces constitucionales, sino para indagar la suerte de los desaparecidos en el curso de estos años aciagos de la vida nacional. Pero, después de haber recibido varios miles de declaraciones y testimonios, de haber verificado o determinado la existencia de cientos de lugares clandestinos de detención y de acumular más de cincuenta mil páginas documentales, tenemos la certidumbre de que la dictadura militar produjo la más grande tragedia de nuestra historia, y la más salvaje. Y, si bien debemos esperar de la justicia la palabra definitiva, no podemos callar ante lo que hemos oído, leído y registrado; todo lo cual va mucho más allá de lo que pueda considerarse como delictivo para alcanzar la tenebrosa categoría de los crímenes de lesa humanidad. Con la técnica de la desaparición y sus consecuencias, todos los principios éticos que las grandes religiones y las más elevadas filosofías erigieron a lo largo de milenios de sufrimientos y calamidades fueron pisoteados y bárbaramente desconocidos.
Son muchísimos los pronunciamientos sobre los sagrados derechos de la persona a través de la historia y, en nuestro tiempo, desde los que consagró la Revolución Francesa hasta los estipulados en las Cartas Universales de Derechos Humanos y en las grandes encíclicas de este siglo. Todas las naciones civilizadas, incluyendo la nuestra propia, estatuyeron en sus constituciones garantías que jamás pueden suspenderse, ni aun en los más catastróficos estados de emergencia: el derecho a la vida, el derecho a la integridad personal, el derecho a proceso; el derecho a no sufrir condiciones inhumanas de detención, negación de la justicia o ejecución sumaria.
De la enorme documentación recogida por nosotros se infiere que los derechos humanos fueron violados en forma orgánica y estatal por la represión de las Fuerzas Armadas. Y no violados de manera esporádica sino sistemática, de manera siempre la misma, con similares secuestros e idénticos tormentos en toda la extensión del territorio. ¿Cómo no atribuirlo a una metodología del terror planificada por los altos mandos? ¿Cómo podrían haber sido cometidos por perversos que actuaban por su sola cuenta bajo un régimen rigurosamente militar, con todos los poderes y medios de información que esto supone? ¿Cómo puede hablarse de «excesos individuales»? De nuestra información surge que esta tecnología del infierno fue llevada a cabo por sádicos pero regimentados ejecutores. Si nuestras inferencias no bastaran, ahí están las palabras de despedida pronunciadas en la Junta Interamericana de Defensa por el jefe de la delegación argentina, General Santiago Omar Riveros, el 24 de enero de 1980: «Hicimos la guerra con la doctrina en la mano, con las órdenes escritas de los Comandos Superiores» . Así, cuando ante el clamor universal por los horrores perpetrados, miembros de la Junta Militar deploraban los «excesos de la represión, inevitables en una guerra sucia» , revelaban una hipócrita tentativa de descargar sobre subalternos independientes los espantos planificados.
Los operativos de secuestro manifestaban la precisa organización, a veces en los lugares de trabajo de los señalados, otras en plena calle y a la luz del día, mediante procedimientos ostensibles de las fuerzas de seguridad que ordenaban «zona libre» a las comisarías correspondientes. Cuando la víctima era buscada de noche en su propia casa, comandos armados rodeaban la manzanas y entraban por la fuerza, aterrorizaban a padres y niños, a menudo amordazándolos y obligándolos a presenciar los hechos, se apoderaban de la persona buscada, la golpeaban brutalmente, la encapuchaban y finalmente la arrastraban a los autos o camiones, mientras el resto de comando casi siempre destruía o robaba lo que era transportable. De ahí se partía hacia el antro en cuya puerta podía haber inscriptas las mismas palabras que Dante leyó en los portales del infierno: «Abandonad toda esperanza, los que entrais» .
De este modo, en nombre de la seguridad nacional, miles y miles de seres humanos, generalmente jóvenes y hasta adolescentes, pasaron a integrar una categoría tétrica y fantasmal: la de los Desaparecidos. Palabra - ¡triste privilegio argentino! - que hoy se escribe en castellano en toda la prensa del mundo.
Arrebatados por la fuerza, dejaron de tener presencia civil. ¿Quiénes exactamente los habían secuestrado? ¿Por qué? ¿Dónde estaban? No se tenía respuesta precisa a estos interrogantes: las autoridades no habían oído hablar de ellos, las cárceles no los tenían en sus listas, la justicia los desconocía y los habeas corpus sólo tenían por contestación el silencio. En torno de ellos crecía un ominoso silencio. Nunca un secuestrador arrestado, jamás un lugar de detención clandestino individualizado, nunca la noticia de una sanción a los culpables de los delitos. Así transcurrían días, semanas, meses, años de incertidumbres y dolor de padres, madres e hijos, todos pendientes de rumores, debatiéndose entre desesperadas expectativas, de gestiones innumerables e inutiles, de ruegos a influyentes, a oficiales de alguna fuerza armada que alguien les recomendaba, a obispos y capellanes, a comisarios. La respuesta era siempre negativa.
En cuanto a la sociedad, iba arraigándose la idea de la desprotección, el oscuro temor de que cualquiera, por inocente que fuese, pudiese caer en aquella infinita caza de brujas, apoderándose de unos el miedo sobrecogedor y de otros una tendencia consciente o inconsciente a justificar el horror: «Por algo será» , se murmuraba en voz baja, como queriendo así propiciar a los terribles e inescrutables dioses, mirando como apestados a los hijos o padres del desaparecido. Sentimientos sin embargo vacilantes, porque se sabía de tantos que habían sido tragados por aquel abismo sin fondo sin ser culpable de nada; porque la lucha contra los «subversivos» , con la tendencia que tiene toda caza de brujas o de endemoniados, se había convertido en una represión demencialmente generalizada, porque el epiteto de subversivo tenía un alcance tan vasto como imprevisible. En el delirio semántico, encabezado por calificaciones como «marxismo-leninismo» , «apátridas» , «materialistas y ateos» , «enemigos de los valores occidentales y cristianos» , todo era posible: desde gente que propiciaba una revolución social hasta adolescentes sensibles que iban a villas-miseria para ayudar a sus moradores. Todos caían en la redada: dirigentes sindicales que luchaban por una simple mejora de salarios, muchachos que habían sido miembros de un centro estudiantil, periodistas que no eran adictos a la dictadura, psicólogos y sociólogos por pertenecer a profesiones sospechosas, jóvenes pacifistas, monjas y sacerdotes que habían llevado las enseñanzas de Cristo a barriadas miserables. Y amigos de cualquiera de ellos, y amigos de esosamigos, gente que había sido denunciada por venganza personal y por secuestrados bajo tortura. Todos, en su mayoría inocentes de terrorismo o siquiera de pertenecer a los cuadros combatientes de la guerrilla, porque éstos presentaban batalla y morían en el enfrentamiento o se suicidaban antes de entregarse, y pocos llegaban vivos a manos de los represores.
Desde el momento del secuestro, la víctima perdía todos los derechos; privada de toda comunicación con el mundo exterior, confinada en lugares desconocidos, sometida a suplicios infernales, ignorante de su destino mediato o inmediato, susceptible de ser arrojada al río o al mar, con bloques de cemento en sus pies, o reducida a cenizas; seres que sin embargo no eran cosas, sino que conservaban atributos de la criatura humana: la sensibilidad para el tormento, la memoria de su madre o de su hijo o de su mujer, la infinita verguenza por la violación en público; seres no sólo poseídos por esa infinita angustia y ese supremo pavor, sino, y quizás por eso mismo, guardando en algún rincón de su alma alguna descabellada esperanza.
De estos desamparados, muchos de ellos apenas adolescentes, de estos abandonados por el mundo hemos podido constatar cerca de nueve mil. Pero tenemos todas las razones para suponer una cifra más alta, porque muchas familias vacilaron en denunciar los secuestros por temor a represalias. Y aun vacilan, por temor a un resurgimiento de estas fuerzas del mal.
Con tristeza, con dolor hemos cumplido la misión que nos encomendó en su momento el Presidente Constitucional de la República. Esa labor fue muy ardua, porque debimos recomponer un tenebrosos rompecabezas, después de muchos años de producidos los hechos, cuando se han borrado liberadamente todos los rastros, se ha quemado toda documentación y hasta se han demolido edificios. Hemos tenido que basarnos, pues, en las denuncias de los familiares, en las declaraciones de aquellos que pudieron salir del infierno y aun en los testimonios de represores que por oscuras motivaciones se acercaron a nosotros para decir lo que sabían.
En el curso de nuestras indagaciones fuimos insultados y amenazados por los que cometieron los crímenes, quienes lejos de arrepentirse, vuelven a repetir las consabidas razones de «la guerra sucia» , de la salvación de la patria y de sus valores occidentales y cristianos, valores que precisamente fueron arrastrados por ellos entre los muros sangrientos de los antros de represión. Y nos acusan de no propiciar la reconciliación nacional, de activar los odios y resentimientos, de impedir el olvido. Pero no es así: no estamos movidos por el resentimiento ni por el espíritu de venganza; sólo pedimos la verdad y la justicia, tal como por otra parte las han pedido las iglesias de distintas confesiones, entendiendo que no podrá haber reconciliación sino después del arrepentimiento de los culpables y de una justicia que se fundamente en la verdad. Porque, si no, debería echarse por tierra la trascendente misión que el poder judicial tiene en toda comunidad civilizada. Verdad y justicia, por otra parte, que permitirán vivir con honor a los hombres de las fuerzas armadas que son inocentes y que, de no procederse así, correrían el riesgo de ser ensuciados por una incriminación global e injusta. Verdad y justicia que permitirán a esas fuerzas considerarse como auténticas herederas de aquellos ejércitos que, con tanta heroicidad como pobreza, llevaron la libertad a medio continente.
Se nos ha acusado, en fin, de denunciar sólo una parte de los hechos sangrientos que sufrió nuestra nación en los últimos tiempos, silenciando los que cometió el terrorismo que precedió a marzo de 1976, y hasta, de alguna manera, hacer de ellos una tortuosa exaltación. Por el contrario, nuestra Comisión ha repudiado siempre aquel terror, y lo repetimos una vez más en estas mismas páginas. Nuestra misión no era la de investigar sus crimenes sino estrictamente la suerte corrida por los desaparecidos, cualesquiera que fueran, proviniesen de uno o de otro lado de la violencia. Los familiares de las víctimas del terrorismo anterior no lo hicieron, seguramente, porque ese terror produjo muertes, no desaparecidos. Por lo demás el pueblo argentino ha podido escuchar y ver cantidad de programas televisivos, y leer infinidad de artículos en diarios y revistas, además de un libro entero publicado por el gobierno militar, que enumeraron, describieron y condenaron minuciosamente los hechos de aquel terrorismo.
Las grandes calamidades son siempre aleccionadoras, y sin duda el más terrible drama que en toda su historia sufrió la Nación durante el periodo que duró la dictadura militar iniciada en marzo de 1976 servirá para hacernos comprender que únicamente la democracia es capaz de preservar a un pueblo de semejante horror, que sólo ella puede mantener y salvar los sagrados y esenciales derechos de la criatura humana. Unicamente así podremos estar seguros de que NUNCA MÁS en nuestra patria se repetirán hechos que nos han hecho trágicamente famosos en el mundo civilizado.

ADVERTENCIA

CAPÍTULO I

LA ACCIÓN REPRESIVA
A. Introducción general
B. El secuestro

Incursión de los secuestradores o «patota» en los domicilios. Nocturnidad. Anonimato
Luz verde (o «Area Liberada»)
Secuestros en presencia de niños
Rehenes y «ratonera»
El botín de guerra
Torturas en el domicilio de la víctima
Conclusión del operativo secuestro
Tabicamiento

C. Torturas
D.Centros Clandestinos de Detención (C. C.D)

Consideraciones Generales
Emplazamiento de los C.C.D.
Condiciones de vida en los Centros de Detención
Tabicamiento
A cada prisionero se le asignaba un número
La Tortura
Personal
La alimentación
Estado sanitario
La higiene
Traslados
Antisemitismo
Colaboración de prisioneros
Descripción de los Centros Clandestinos de Detención
«Base Aérea Mar del Plata»
«Brigada de Investigaciones de San Justo» (LRD)
«Brigada de Investigaciones de Las Flores» (LRD)
«Brigada de Investigaciones de Resistencia» - Chaco (LRD)
«C.C.D. en la Vll Brigada Aérea de Morón» (LRD)
«Pozo de Banfield» (LRD)
«Brigada de San Nicolás» (LRD)
«Pozo de Quilmes» o «Chupadero Malvinas» (LRD)
«Club Atlético» (LRD)
«Casa del Cilindro» (LRD)
«La Casona» (LRD)
«El Reformatorio» - Tucumán (LRD)
«Fábrica de Armas de Rosario» (LRD)
«C.O.T. I Martínez» (Centro de Operaciones Tácticas) (LRD)
«Compañía de Comunicaciones de Montada» (LRD)
«Comisaría 5° de La Plata» (LRD)
«El Motel» (LRD)
«El Embudo» (LRD)
«Escuelita» - Bahía Blanca (LRD)
Fábrica Militar de Armas «Domingo Matheu» (LRD)
«Escuelita de Famaillá» (LRD)
«Los Conventillos de Fronterita» - Ingenio Fronterita
«Guardia de Seguridad de Infantería» (LRD)
«GADA E 101» - Ciudadela (LRD)
«Ingenio Nueva Baviera» (LRD)
«Ex Ingenio Lules» (LRD)
«Monte Pelone» (LRD)
«Comisaría 4°» - Mar del Plata (LRD)
«Automotores Orletti» (LRD)
«Delegación Regional de la Policía Federal de Azul»
«Planta Transmisora Los Plátanos» (LRD)
«Puesto Vasco» (LRD)
«Destacamento Batán» - Mar del Plata
«Comisaría Trenque Lauquen» (LRD)
«La Ribera» (LRD)
«Sheraton» (LRD)
«Superintendencia de Seguridad Federal»
«Departamento 2 de Inteligencia» (Policía de Mendoza) (LRD)
«Campo de Mayo» (LRD)
«Jefatura Central de Policía» - Tucumán (LRD)
«Compañía de Arsenales Miguel de Azcuénaga» (LRD)
«Vesubio» (LRD)
«Comisaría N° 3 Morón» (LRD)
«Dique San Roque» (LRD)
«Hospital Posadas» (LRD)
«La Huerta» - Tandil
«Hospital Militar de Campo de Mayo»
«Comando Radioeléctrico» (LT)
«La Escuelita» - Neuquén (LRD)
«Regimiento N° 29 de Infantería de Monte» (LRD)
«Batallón 121» - Provincia de Santa Fe (LRD)
«Quinta de Seré» (LRD)
«Brigada N° 2 de Investigaciones de Lanús» (LRD)
«Guerrero» - Provincia de Jujuy (LRD)
«Escuela de Educación Física de la Universidad de Tucumán» (LRD)
«El Refugio» - Provincia de Mendoza (LRD)
«El Chalecito» - Provincia de Mendoza (LRD)
«Hípico» - Goya, Provincia de Corrientes (LRD)
«Destacamento Policial de la Capilla de San Antonio» (LT)
«Centro Clandestino de Detención en la Escuela Superior de Mecánica de la Armada»
El Grupo de Tareas 3.3.2
Estructura de Grupo de Tareas
a) Inteligencia
b) Operaciones
c) Logística
Guardias
La actividad del centro clandestino
El llamado «proceso de recuperación»
«Mini Staff» y «Staff»
La situación de las embarazadas: un capítulo aparte
Secuestros de familiares en la Iglesia de Santa Cruz
«El Traslado»
Registro de Secuestrados y Archivo de la Documentación
Falsificación de Documentación
Centro Piloto de París

Centros Clandestinos de Detención dependientes de la Fuerza Aérea

Brigada Aérea de Morón
Hospital Posadas
Quinta de Seré
Superintendencia de Seguridad Federal
Campo clandestino de detención «El Atlético» o «el club» o «el club atlético»
El Banco
El Olimpo

Principales centros clandestinos de detención del circuito jefatura de la Policía de la Provincia de Buenos Aires

El Vesubio
Sheraton (o Embudo)
Campo de Mayo
Centros Candestinos de Detención de Las Flores - Monte Pelone - Olavarría
Centros Clandestinos de Detención en Mar del Plata

Centros Clandestinos de Detención en jurisdicción de II Cuerpo de Ejército

Chaco
Goya
Formosa
«La Escuelita»
Misiones

Centros Clandestinos de Detención en Santa Fe

Brigada de Investigaciones
Guardia de Infantería Reforzada
Comisaría IV
Centros Clandestinos de Detención en Rosario
Fábrica Militar de Armas Portátiles «Domingo Matheu»

Centros Clandestinos de Detención de la Provincia de Córdoba

La Ribera
La Perla
Casa de la Dirección General de Hidráulica de Dique San Roque
Unidad Penitenciaria N° 1
División de Informaciones de la Policía Provincial (D2)
Procedimientos de la CONADEP en Córdoba
Malagueño
La Ribera
Casa de Hidráulica

Centros clandestinos de detención en la provincia de Mendoza

Liceo Militar General Espejo
VIII Brigada de Infantería de Montaña
Campo Los Andes
Las Comisarías
Palacio Policial (D - 2)
La Penitenciaria

Centros Clandestinos de Detención de la Provincia de Tucumán

Centros Clandestinos de Detención en la Provincia de Jujuy

Circuito Sur. V Cuerpo de Ejército

F. La muerte como arma política. El exterminio

Fusilamientos en masa
«El Pozo» o en la «Loma del Torito»
1) Testimonio de Gustavo Adolfo Ernesto Contemponi y Patricia Astelarra - Legajo N° 4452
2) Testimonio de José Julián Solanille - Legajo N° 1568
3) Procedimiento de excavación en «Loma del Torito» - Legajo N° 1568
4) Testimonio de Julio César Pereyra - Legajo N° 3801
5) Testimonio de Ernesto Facundo Urien - Legajo N° 4612
6) Testimonio de José María Domínguez
7) Testimonio de Carlos Beltrán - Legajo N° 4213
Fusilamiento en Quilmes
Muertos en «enfrentamiento armado»
Desaparición y muerte de Ricardo Adrián Pérez y María G. Esther Cubas de Pérez - Legajo N° 32
Muertos en «intento de fuga» - Legajo N° 6131
Lanzamiento de detenidos al mar
Otras técnicas de eliminación del cuerpo material: La incineración y la inmersión
El Cementerio de «La Chacarita» guarismos que merecen un análisis - Legajo N° 6983
Desaparición y muerte de Jacobo Chester - Legajo N° 1333
Desaparición y muerte de Floreal Edgardo Avellaneda - Legajo N° 1639
Hallazgo en San Pedro, Provincia de Buenos Aires - Legajo N° 1296
«Los cadáveres no se entregan...»
Denuncia sobre inhumaciones clandestinas en La Plata
Denuncia sobre la existencia de tumbas N.N. en Moreno
Exhumación de cadáveres N.N. en el Cementerio de Rafael Calzada
Denuncias sobre entierros clandestinos en el Cementerio de San Martín
Exhuman cadáveres en el Cementerio de Grand Bourg
Inhumaciones irregulares realizadas en el Cementerio de Avellaneda - Legajo N° 7316
Fosas comunes an el Cementerio de San Vicente - Legajo N° 1420
Por qué la desaparición de los cadáveres

G. El compromiso de impunidad

Secuestro de los Dres. Hipólito Solari Irigoyen y Mario A. Amaya
Calvario del Dr. Rafael Perrota
El periodista Jacobo Timmerman
La joven Adriana Landaburu
La diplomática Elena Holmberg y el publicista Marcelo Dupont
Los políticos uruguayos Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz
El profesor Alfredo Bravo

H. Represores y esquemas represivos
I. Sobre actitudes de algunos miembros de la Iglesia
J. Cuestionarios remitidos a ex funcionarios del gobierno de facto
K. La coordinación represiva en Latinoamérica

Testimonio de Osiris Irineo Ayala - Legajo N° 6364
Testimonio de Matilde Artes Company, madre y abuela de las desaparecidas Graciela Antonia Rutilo Artes y Carla Graciela Rutilo Artes -Legajo N° 6333 y 7243
Desaparición de Claudio Ernesto Logares, Mónica Sofía Grispón de Logares y Paula Eva Logares - Legajos Nros. 1982, 1983, 1984
Desaparición de Aída Celia Sanz Fernández y Elsa Fernández de Sanz - Legajo N° 7162 y 7227
Denuncia de Enrique Rodríguez Larreta Piera - Legajo N° 2539
Denuncia de Alberto Illarzen y su cónyuge - Legajo N° 4076
Denuncia de Washington Rodríguez - Legajo N° 4085
Conclusión sobre el eslabonamiento internacional represivo

L. Documentación
LL. Registro de detenidos desaparecidos

Documentos que registran la existencia de centros clandestinos de detención
Actas de procedimientos
Falsificación de documentación
Actas de bienes retirados del domicilio de las víctimas
Adulteración de documentos

M. El lucro de la represión

Desaparición del Dr. Rafael A. Perrota - Legajo N° 1222
Desaparición del Sr. Federico Manuel Vogelius - Legajo N° 7550
Desaparición del Sr. Juan Carlos Rossi - Legajo N° 1948
Desaparición de María Cristina Lennie - Legajo N° 7382
Desaparición de Carlos Alberto Mazza - Legajo N° 2883
Desaparición de María Esther Ravelo de Vega - Legajo N° 3223
Desaparición de Marí Elena Nuñez - Legajo N° 1632
Caso Gómez Cerutti - Palma (Legajo N° 224, 543, 749)
Testimonio de Nilda Noemí Actis Goretta - Legajo N° 6321
Testimonio de Silvio Octavio Viotti
Testimonio de Silvio Octavio Viotti (hijo)
Testimonio de María Dora Turra de Rojas

CAPÍTULO II

VÍCTIMAS

Advertencia
Gráfico de desaparecidos según sexo
Gráfico de desapariciones

A. Niños desaparecidos y embarazadas

Nacimientos en cautiverio
El Hospital Campo de Mayo
Las Familias - Las Abuelas
Secuela en los niños
La identificación

B. Adolescentes

Los más chicos
Una carta a la CONADEP (Legajo N° 3338)
Esperaban un hijo
Estudiantes secundarios
El recuerdo de los liberados
El recuerdo de un padre

C. La familia como víctima

Los familiares - Rehenes
Familias desaparecidas
Detenciones conjuntas
Personas mayores de 55 años que permanecen desaparecidas
Los que pudieron contar su experiencia
Algunas reflexiones finales

D. La represión no respetó inválidos ni lisiados

E. Religiosos

Profesión de fe cristiana de los militantes frente al anticristianismo de la represión
Víctimas
El caso de Padres Palotinos
El caso del Obispo de La Rioja, Monseñor Enrique Angelelli y de los sacerdotes de Chamical, Gabriel Longueville y Carlos de Dios Murias
El caso del Obispo de San Nicolás de los Arroyos, Monseñor Doctor Carlos H. Ponce de León
Laicos

F. Conscriptos

Modalidades de detención
El denominador común de todas las respuestas oficiales: la deserción

G. Desaparición de periodistas

Desaparición de Hector Ernesto Demarchi - Legajo N° 802
Desaparición de Enrique Raab - Legajo N° 276
Desaparición de Haroldo Pedro Conti - Legajo N° 77
Desaparición de Rodolfo Jorge Walsh - Legajo N° 2587

Periodistas desaparecidos

H. Gremialistas

Desapariciones en el medio laboral agrario
Las religiosas francesas: Sor Alice Domon y Sor Leonie Duquet
El premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel
El secuestro y desaparición de Dagmar Hagelin

CAPÍTULO III

EL PODER JUDICIAL DURANTE EL PERÍODO EN QUE SE CONSUMÓ LA DESAPARICIÓN FORZADA DE PERSONAS

Desaparición de Laura Noemí Creatore - Legajo N° 107 y de Carlos Hugo Capitman - Legajo N° 3795
Testimonios de Ramón Miralles - Legajo N° 3757
Testimonio de Juan Ramón Nazar - Legajo N° 1557
Inhumación irregular de cadáveres por la Morgue Judicial de la Capital Federal - Legajo N° 7188
El sumario administrativo

A. El hábeas corpus

Desaparición del Dr. Santiago Augusto Díaz - Legajo N° 1252
Desaparición de Jorge Daniel Collado - Legajo N° 230

B. Detenidos a disposición del Poder Ejecutivo Nacional

Desaparición de Guillermo Oscar Segalli - Legajo N° 2456
Desaparición de Carlos Ignacio Boncio - Legajo N° 666
Denuncia por la desaparición del Dr. Dardo Francisco Molina - Legajo N° 6171
Testimonio de Alcides Antonio Chiesa - Legajo N° 634
Testimonio de Rubén Víctor Saposnik - Legajo N° 1906
Testimonio de Gustavo Caraballo - Legajo N° 4206

C. La desaparición de abogados

Testimonio de la Dra. Liliana María Andrés sobre su secuestro y desaparición de su esposo, el Dr. Daniel Víctor Antokoletz - Legajo N° 1386
Desaparición del Dr. Guillermo Augusto Miguel - Legajo N° 5392
Desaparición del Dr. Abdala Auad - Legajo N° 1089
Desaparición y muerte del Dr. Norberto Oscar Centeno - Legajo N° 7289
Desaparición y muerte del Dr. Guillermo Raúl Díaz Lestrem - Legajo N° 2161

D. Allanamiento de las sedes de los organismos defensores de los derechos humanos

Detención y procesamiento de miembros del Centro de Estudios Legales y Sociales - Legajo N° 7418

E. La solidaridad internacional

Abogados desaparecidos
Listado de personas detenidas - desaparecidas vistas al tiempo que eran rechazados los habeas corpus interpuestos en su favor en los Juzgados en lo criminal de Instrucción de la Capital Federal

CAPÍTULO IV

CREACIÓN Y ORGANIZACIÓN DE LA COMISIÓN NACIONAL SOBRE LA DESAPARICIÓN DE PERSONAS

Otros aspectos de la labor desplegada por la Comisión Nacional sobre la desaparición de personas
Listado de procedimientos de constatación en lugares señalados como Centros Clandestinos de Detención
Capital Federal
Provincia de Buenos Aires
Córdoba
Tucumán
Mendoza
Formosa
Santa Fe
Tareas realizadas por el Departamento de Computación
Elevaciones a los magistrados judiciales

CAPÍTULO V

EL RESPALDO DOCTRINARIO DE LA REPRESIÓN

CAPÍTULO VI

RECOMENDACIONES

CONCLUSIONES

  • Listado de Represores por Fuerza en la que se desempeñaron
  • Imputados en el juicio en España
  • Lista parcial de integrantes de la organización criminal organizada por la Marina Argentina y que dirigió la ESMA.
    -Entregada por Scilingo al Juez Garzón
  • Lista de Militares Imputados en Violaciones a los DDHHPor Madres de Plaza de Mayo, sección Tucumán
  • Información de The Vanished Gallery sobre los responsables Incluye la lista de la CONADEP. En inglés
  • Estudiantes e Instuctores Argentinos de la Escuela de las Américas
    -Muchos de ellos han cometido graves violaciones a los derechos humanos.
  • Foto de portada: El Papa Juan Pablo II con el General Galtieri y el Almirante Jorge Anaya, en su visita a la Argentina durante la guerra de las Malvinas. Archivo Presidencia de la nación